Sunday, May 20, 2007

desde mi trinchera liberal: ¿El alma está en el cerebro? II


Existe en determinados ambientes científicos lo que podría denominarse una búsqueda inasequible al desaliento por demostrar la naturaleza científica del alma. Una reducción de la conciencia humana a aspectos puramente biológicos, a esquemas bioquímicos.


El cerebro humano sería algo así como un gran caleidoscopio en el que entran datos sensoriales y salen convertidos en datos de conducta. En este tipo de antropología, el libre albedrío queda seriamente en entredicho, cuando no directamente anulado. Cae de lleno en el determinismo, nada podríamos haber hecho diferente a lo que nuestro cerebro procesó. Seríamos como grandes ordenadores con hardware inamovible.



Conviene recordar que nada hay más personal e instransferible que el mérito de la virtud o el demérito de la culpa en el ser humano. Pero esto presupone necesariamente la libertad humana. Sin libertad, no cabría ni la virtud ni la culpa. Ni las cárceles ni los altares, ni el cielo ni el infierno. Ni la superación ni el arrepentimiento. La concienca no puede remorder desde la química. Cada uno se comportó de manera inevitable. La pérdida de libertad humana está directamente asociada al materialismo y al reduccionismo, y abre la puerta a políticas socializantes, colectivizadoras, numéricas. Despoja de dignidad a la persona humana y la convierte en algo sujeto a especulación. No hay límites, ni refugios seguros, donde resguardarse. La persona humana se mueve en la desprotección más absoluta e hiriente.


Estos sistemas neurofísicos, de tejas para abajo, esenciamente materialistas, suelen tener como base negar cualquier atisbo de transcendencia en el ser humano. Es evidente que si el alma y la conciencia tienen su origen en un conjunto de neuronas, cualquier consideración del alma como algo sobrenatural no encuentra espacio, ni razón de ser. Según Francis Crick, Autor del libro La búsqueda científica del alma, es tajante desubriendo su intencionalidad:"un día la humanidad aceptará el concepto de que el alma y la promesa de la vida eterna no existen".


Para Crick, la conciencia es sólo "una banal fusión de neuronas del cerebro". Como toda hipótesis, tiene la ventaja de que puede sobrevivir de momento sin más comprobación. Pero la realidad es que sabemos muy poco de la enorme complejidad del cerebro, de qué manera los miles de millones de células cerebrales interpretan sensaciones, hacen uso de la memoria y asociaciones para encontrarles algún sentido, y finalmente crean pensamientos conscientes acerca del mundo. Estamos en fase embrionaria y no resulta difícil la ciencia ficción al estilo de Crick, aunque lleve aparejada la absoluta desnaturalización de la persona humana.


Wednesday, May 09, 2007

Desde mi trinchera liberal: ¿El alma está en el cerebro? Eduardo Punset


El artículo de ayer publicado en Aragón Liberal por Federico R de Rivera http://www.aragonliberal.com/20070509-reflexiones-liberales-cuando-la-persona-es-solo-persona-porque-las-leyes-consensuadas-le-otorgan-ese-derecho-esta-vidiendo-de-prestado.html suscitó un debate sobre el materialismo reduccionista que me gustaría continuar.


Un ejemplo perfecto de materialismo reduccionista es preciasamente el título del abogado y divulgador científico Eduardo Punset: "El alma está en el cerebro". Los signos de interrogación son añadido mío. La tesis central de la filosofía reduccionista es que todo lo que existe en la realidad puede ser explicado en términos físicos. En la tan en boga filosofía de la mente, que es dónde se enmarca el libro de Punset, el equivalente sería que los estados mentales pueden reducirse a estados físicos. Las personas seríamos básicamente configuraciones físico-químicas o neuronales del cerebro. Ahí radicarían nuestra voluntad, nuestras creencias, nuestros pensamientos, nuestra felicidad o nuestra desdicha. Somos poco más que un cerebro con mocasines.


Los estados mentales (conciencia, alma) están pues supeditados a los estados físicos (el cerebro, lo material). Más aún. El materialismo reduccionista cae de lleno en el monismo, en contraposición con el dualismo: la única substancia existente es la materia.


Otro famoso reduccionista es Roger Penrose, muy en la línea de Punset. Para Penrose, "el reto de la física es explicar cómo funciona la conciencia. Creo que de alguna manera nuestros cerebros están preparados para extraer algo del mundo físico y revelarlo como conciencia". La idea de Penrose plantea problemas morales de imposible solución. ¿Qué es lo que decide el valor moral o no de un acto, si todo se reduce a una interactuación de mi cerebro, del cerebro de cada cual con el mundo físico? Cuando Penrose trata de explicar esto, cae en la contradicción. O niega su teoría o niega la posibilidad de valorar moralmente un acto.


Las teorías reduccionistas llevan aparejadas muchas implicaciones. Me quedo con una. En el fondo, estas teorías niegan la libertad humana, la capacidad que tenemos entre elegir entre el mal y el bien. La voluntad humana desaparece en esta teoría, y es substituida por el determinismo. Si usted piensa en que quiere a su mujer, o a su marido, y que esta dispuesto/a a seguir queriéndoles mañana y para siempre, en realidad no es su libre voluntad la que entra en juego, sino misteriosas y complejas reacciones neurológicas. Arrebatan a la persona uno de sus dones más sagrados: la libertad. En las teorías reduccionistas las cárceles y los altares deberían estar vacíos: pues ni un en caso ni en otro pudieron elegir su forma de comportarse. La voluntad humana sería simplemente un estado material, dominado por leyes que aún desconocemos, pero inexorables y determinantes.


Como dice Sir John Eccles, Premio Nobel de Medicina, "El materialismo, si se lleva a sus consecuencias, niega las experiencias más importantes de la vida humana: «nuestro mundo» personal seria imposible. La ciencia y la fe son aliadas, no enemigas. Y la fe cristiana proporciona ayudas muy valiosas para que se evite un materialismo que nada tiene que ver con la ciencia, y para que la ciencia pueda contribuir a la solución de los graves problemas que tiene planteados hoy día la humanidad."

Wednesday, May 02, 2007

Desde mi trinchera liberal: Einstein y Lemaitre


Cuando el sacerdote y físico católico George Lemaitre expuso su "Hipótesis del Atomo Primitivo", o Teoría del Big Bang, Einstein le contestó: "Eso me recuerda demasiado al Génesis, ¡se nota que es usted sacerdote!.


La Teoría del Big Bang no contó con muchas adhesiones en sus albores. Era una teoría de indudable osadía científica, en cuanto desafiaba abiertamente los modelos establecidos en la época. El modelo de universo que nos propone Lemaitre no es autosuficiente ni estático, sino creado, inflacionario, es decir, en expansión continua, y con fecha de caducidad. El modelo de Lemaitre abre pues la puerta a la Teología.


Einstein no creía inicialmente en un universo en expansión, sino en un universo estacionario. Cierto es que para defender esta tesis, Einstein acudió al recurso de una arbitrariedad científica, de una impostura teórica metida con calzador y que chocaba con sus propias ecuaciones: la constante cosmológica. De la constante cosmológica dijo Einstein que fue el peor error de su carrera.


Es lógico, por lo tanto, que Einstein y Lemaitre mantuvieran posiciones encontradas al principio: partían de cosmologías diferentes. Sin embargo, en 1929, la famosa ley de Hubble, a su vez, precedida por las teorías de "huida de las galaxias" del astrónomo norteamericano Vesto Slipher, cambió el panorama en gran medida. La Ley de Hubble dice que "“Las galaxias se alejan de nosotros con velocidad proporcional a su distancia”, por lo que encaja perfectamente en el Universo en expansión de Lemaitre.


La relación entre Lemaitre y Einstein se fue haciendo cada vez más estrecha y amistosa. No estaba exenta de admiración, hasta el punto de que Einstein, durante una conferencia que estaba impartiendo Lemaitre en Bruselas, le interrumpió varias veces en la conferencia manifestando su entusiasmo, y afirmó entonces que Lemaître era la persona que mejor había comprendido sus teorías de la relatividad. Para aquel momento, Einstein ya había aceptado que el Universo estaba expandiéndose.




Una vez que la física había demostrado que el Universo no es estacionario, los defensores de la Teoría del Big Bang centraron sus esfuerzos en demostrar que el Big Bang había existido realmente. Y, poco a poco, fueron alumbrando conclusiones empíricas. En este sentido, George Gamow dedujo que las radiaciones producidas por ese gran estallido inicial deberían estar llegando hacia nosotros. Lo llamó "radiación de fondo". En 1964, dos científicos americanos, Penzias y Wilson, captaron, mediante una gran antena, el eco de esta radiación de fondo, lo que significó un aldabonazo definitivo a la Teoría del Big Bang.


Werner Heisenberg, un científico creyente y sin complejos, pero algo socarrón, decía poco antes de morir "Pronto voy a morir y como no he sido malo del todo, espero ir al cielo, y cuando llegue le pediré al Padre Eterno que me explique tres cosas: La Relatividad, la Mecánica Cuántica y la Mecánica de los Fluidos. Las dos primeras espero que me las sepa explicar. " Y yo creo que en ese momento Dios le guiñaba un ojo.